Condesa & Coyoacán: dos tesoros mexicanos
Zonas de la capital que exhiben pasado y presente de la rica cultura azteca
El Distrito Federal de México es una de las ciudades más pobladas del mundo que posee desde ruinas de su pasado azteca, olor a harina de maíz desde la madrugada, un tránsito pesado, el castillo de Chapultepec, imágenes de la virgen de Guadalupe aquí y allá, historias de emigrados, miles de escarabajos, el Ángel de la Independencia bañado en oro y la UNAM, una de las universidades más grandes del planeta, donde estudian más de 40.000 alumnos por año. Además posee un Palacio de Bellas Artes que se hunde algunos centímetros por año y un Palacio Nacional con la historia mexicana contada en cinco murales a la manera de Diego Rivera. Tiene flores, gente amable, y chiles tan picantes que hacen llorar.
El DF es una ciudad atrapante, colorida, interminable. Una ciudad de la cuesta irse. Mucho más después de conocer dos barrios o colonias, como dicen por allí, con encanto: La Condesa y Coyoacán.
- La Condesa: en realidad comprende las colonias Condesa, Hipódromo e Hipódromo Condesa sobre el trazado de la pista de un antiguo hipódromo. Hoy, La Condechi, como le dicen los locales está de moda. Se la conoce como “el Soho del D.F.”, -en ciertos aspectos también evoca al porteño barrio de Palermo por los cafés, galerías de arte, librerías, restaurantes, tiendas de diseño, hoteles, boutiques, y extensa propuesta cultural.
- El parque México: diseñado por los arquitectos Noriega y Stávoli en 1927, es uno de los paseos preferidos por los nativos del D.F.
Andando por sus calles, el viajero se topará con “estampas urbanas” que antes que constituir una atracción turística, son parte de la vida cotidiana tales como niños con maestros, perros adiestrados, familias disfrutando de un paseo, bandas musicales, paseantes en soledad entre alamedas, cascadas, estanques, un lago y hasta un auditorio al aire libre -el Charles Lindbergh-.
Las calles elípticas, que rompen con la geometría reticular colonial de la ciudad de México, invitan a perderse en sus arbolados bulevares, sus glorietas con fuentes y floridos canteros y sus dos magníficos parques: México y España.
- El parque España: cuya ala norte marca el límite entre las colonias Roma y Condesa, fue inaugurado en 1921. Rodeado de bares y restaurantes fue declarado “territorio de la música y de la poesía”.
La Condesa también cautiva por su arquitectura: los notables edificios de art déco, funcionalistas y de tendencia californiana expresan, según los entendidos una insólita mezcla de nacionalismo y afán cosmopolita. Por otra parte, no se puede pasar por este barrio y no hacer un paseo por sus tres.
Siguiendo por el barrio, la mejor propuesta res recorrer luego las galerías de arte de la calle Michoacán y la avenida México y alrededores. Y comer unos tacos al paso o un menú más elaborado en el restaurante Rojo Bistrot.
- Coyoacán: Coyó-hua-cán, lugar donde hay coyotes en náhualt, -barrio del que sus habitantes dicen llevaría toda una vida conocer y al que llaman “el corazón cultural del DF.”-, estaba formado por ocho barrios, unidos hoy por callecitas empedradas y pasajes por la calle antigua Casa Real, la cual fue rebautizada como Francisco Sosa, y se inicia en Plaza Centenario terminando en el Puente de Panzacola, uno de los pocos que han sobrevivido la época virreinal sobre el río Magdalena.
Una buena manera de iniciar el recorrido es andar con mirada atenta y espíritu curioso por esta calle construida hace más de 450 años y una de las más bellas del DF, que en otros tiempos fue recorrida por un tranvía tirado por mulas.
Sesenta y cinco edificios son los considerados monumentos históricos, entre ellos la Casa de Alvarado, sede hoy de la Fundación Octavio Paz. Otra vía de inigualable encanto es Higuera, “la calle de las cantinas”, desde el Jardín Hidalgo hasta la Plaza de la Conchita, donde se alza una capilla de estilo barroco popular con retablos dorados.
A pocas cuadras hay un Mercado de comidas típicas al paso con una amplia variedad de quesadillas, tamales y algunos platos prehispánicos.
Luego, en la intersección con Vallarta, se encuentra la famosa Casa Colorada, un claro ejemplo de la típica fachada de tezontle (piedra mexicana color sangre seca) y argamasa.
Otro lugar ideal para pasar el día es la zona de la Plaza del Centenario y el Jardín Hidalgo, el cual, durante los fines de semana es visitada por multitud de turistas, artistas callejeros a la gorra, organitos europeos que tocan canciones mexicanas y vendedores de juguetes de hojalata, y todo tipo de artesanías y souvenirs. También hay una variada oferta gastronómica con diferentes puestos de elotes asados, y helados ya que las neverías son otra pasión local. Algodones de azúcar, galletas de nuez, harina y leche envueltas en papeles de colores son otras de las ofertas gastronómicas que se pueden encontrar allí.
Más adelante hay dos fuentes custodiadas por coyotes de bronce, sin olvidarnos de dos hitos: la Casa-Museo León Trotsky, que conserva intactos la biblioteca y el jardín de las cactáceas que cultivara el revolucionario ruso, y donde fue enterrado; y el Museo Frida Kahlo o Casa Azul la cual está pintada de azul profundo y vivo. Allí nació, vivió parte de su vida y murió la pintora y mujer del Diego Rivera.
Por el barrio también están los Viveros de Coyoacán, el primero forestal del país. Posteriormente, los turistas pueden hacer un alto por el Museo Natural de Culturas Populares inaugurado en 1982, donde se presentan las mejores exposiciones temporales de arte y artesanía popular mexicana, como piezas en obsidiana, platería, cestería y cerámicas.
Por último no hay que dejar de visitar el Mercado de Coyoacán, sobre la calle Allende entre Malitzin y Xicoténcatl, con su vasta oferta de productos del Altiplano Central, frutos, flores y toda clase de artesanías. Un recomendado del sector comidas: las tostadas de camarones.